Mi lamentable carrera como deportista...

Mi futuro como deportista de élite se truncó en el momento en que me di cuenta que pesaba el doble que mis compañeros de primaria. Es un poco exagerado, pero es cierto que, pese a tener maña para muchos deportes, era evidente que no iba a triunfar en ninguno.

Mis primeros hitos deportivos fueron dándole patadas a un balón. El deporte rey siempre ha sido mi favorito. Vibro con los partidos de mi equipo del alma: el Barça, pero me divierto de igual manera viendo un Constancia-At.Baleares.

Me inicié en la escuela de fútbol de La Salle, y mi paso por el club fue más breve que la fama de Raulito. Un año más tarde fiche por el Patronato, un equipo de la mitad alta de la tabla, donde aprendí a jugar de verdad´, ya que desde el banquillo se aprecian de forma clara los errores de tus compañeros. Lástima que no pudiera poner en práctica mi aprendizaje en muchas ocasiones.

Viendo que el fútbol no era lo mío, decidí optar por el basket. Los que me conocen sabrán que no me caracterizo por mi altura, pero en aquellos tiempos era el más alto de mi clase, así que había que aprovecharlo. Jugué apenas unos meses y lo dejé. No me gusta meterla mientras me miran unos extraños.

De repente nació la época dorada del deporte en mi vida. Me apunté a clases de tenis. Se me daba bastante bien y fui subiendo de categoría poco a poco. Estaba tan enganchado que hasta llegué a hacer de recogepelotas en el Mallorca Open 2000 (si encontráis el vídeo de la final decídmelo, por lo visto salgo bastante...).

Pero el tenis es un deporte solitario, incomprendido, desagradecido. Todos mis amigos jugaban a fútbol y yo me sentía un poco desplazado. Así que aproveché el hecho de que no podía ascender más de categoría y me fui.

Volví al mundo del fútbol. Como Jordan al baloncesto o Maradona a la cocaína. Y alcancé el cúlmen de mi época dorada en lo que se refiere al deporte. Tras unos inicios algo titubeantes me reafirmé como una pieza clave en todas las categorías en las que jugué, llegando a ser capitán varios años seguidos. Mi mejora en cuanto a calidad y la sorprendente pérdida de los kilos que me sobraban hicieron que me convirtiera en uno de los titulares del equipo del barrio.

Años después, cansado de triunfos y una vida satisfactoria (sí, es ironía...) me apunté a un gimnasio y dejé el fútbol. De lo que allí viví podría escribir un libro, así que lo dejaré para otra ocasión. Lo cierto es que, tras unos años de bíceps, tríceps y demás músculos innombrables abandoné esa prisión para catetos y me dí a la mala vida.

El cuerpo escultural me duró menos que la cartera en la Feria de Abril. Me fui hinchando como un globo y mis únicos hobbys eran el soffing y el ronconcoling. Así que decidí actuar...

Me empecé a interesar por el padel. Sí, es ese deporte que todos conocíamos porque un señor bajito y con bigote que mandaba mucho lo practicaba. Nadie sabía qué era, pero era algo parecido al tenis. Tras años de jugar cada semana varias veces, hoy puedo decir que es, junto con el fútbol, el deporte donde mejor me defiendo.

Esta es mi vida deportiva, triste y corta, pero en la que he conocido a mucha gente y me he divertido mucho.

"Semper fidelis"

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PD: este post ha sido escrito diez minutos después de recibir un inexplicabe 6-0, 6-0 a manos de dos ancianos...