jueves, 2 de abril de 2009

Odisea flamenca...



Tras mi periplo por tierras americanas, del que pronto relataré algunos sucesos, vuelvo a mi casa con ganas de fiesta mallorquina, y ¿qué me encuentro? ... ... ... ...la feria de abril...


Juré y perjuré que nunca más pisaría ese recinto infestado de Johnatans y Kevins, pero, como humano que soy, volví a tropezar con la misma piedra, en este caso con la misma piedra de costo, polen o cualquiera que sea la mierda que se respira ahí...


Intenté, acompañado de mi parienta y mi colega Mateo, eternizar el momento "botellón" fuera del recinto ferial todo lo que pude, pero llegó el momento de enfrentarme a mis fobias y hubo que entrar. Cual agorafóbico en el limbo, me vi superado por la situación: el hedor a porro ahogaba mis lagrimales mientras que las camisetas de "El Puto Amo" en letras plateadas y las cadenas de oro con la figura de Camarón me cegaban, cosa que me podría haber ocasionado un disgusto si llego a chocar con alguno de esos boxeadores fracasados que buscan miradas desafiantes o roces involuntarios para enzarzarse en un más que absurdo combate rociero.


Para evitar ser visto por los centenares de asesinos sin sueldo que "canturreaban" flamenco por ahí, decidí entrar en una caseta, buscando el cobijo de un rebujito típico de Mallorca, ya sabéis, de los que no llevan ninguno de los ingredientes del rebujito tradicional, sino que se componen de gaseosa con limón. Tras jugar al tetris con mi cuerpo durante un rato, conseguí encajarme, no sin antes ganarme una mirada "perdonavidas" de un tío al que casi le tiro la copa. Mi estancia ahí fue breve pero intensa. Esos 10 segundos que aguanté en esa caseta me hicieron darme cuenta de que yo no estoy hecho para estos eventos, así que mi carencia de espacio vital y mis pulmones vacíos de oxígeno me condujeron hasta la salida con la misma celeridad que se busca un water después de un café americano.


La noche no dio mucho más de si. Mi novia, Mateo y yo nos dedicamos a hacer la vuelta de rigor a las instalaciones, a las que podríamos calificar como "cubos de mierda", y salimos por la puerta deseando llegar al coche con las carteras intactas.


Hoy puedo presumir y decir: Estuve en la feria de abril y viví para contarlo.



PORQUE LA VIDA PUEDE SER MARAVILLOSA