martes, 3 de febrero de 2009

LOS PEQUEÑOS PLACERES DE LA VIDA: "El cafetito en casa de Pedro"



Hoy en día, en la sociedad consumista en la que vivimos, la gente de a pie tenemos acceso a ciertos privilegios que antes parecían imposibles de conseguir. Esto provoca que nos cansemos de lo que tenemos con severa facilidad, y que no le demos la más mínima importancia a muchas de las cosas que hoy nos parecen normales y corrientes.

Si lo pensamos, la mayoría de cosas que hacemos y la mayoría de momentos que vivimos, son capaces de proporcionarnos más felicidad, más serenidad, más tranquilidad o más euforia que lo que creemos ser un momento inolvidable.


En mi caso, yo le doy importancia a muchos pequeños momentos que me proporcionan sensaciones distintas, pero todas ellas satisfactorias para mi persona: quitarme los zapatos al llegar de trabajar, llegar a mi casa y encontrarme una olla entera de macarrones para mí solo, quedar con mi novia y estar en el coche sin ningún plan, etc.

Pero en este post quiero hablar de uno de los pequeños placeres que descubrí hace un par de meses, cuando mi colega Pedro se vino a vivir solo a un piso en mi barrio: "Los cafés en su casa".


Pese a que en esa casa los pingüinos deambulan con polar desdén y a que Pedro tiene, inexplicablemente, un triángulo reflectante enmedio del recibidor, esa casa tiene un "no se qué" que invita al "apachorramiento" (dícese de la sensación de querer morir tirado en un sofá).


Esos cafés "made in Peter" tienen algo que no tienen otros cafés. Será el entorno, será la compañía, será que Pedro me echa "droja" dentro, pero esos cafetitos, provocan en mí un efecto relajante y confortable, a la par que satisfactorio, solo equiparable a ser testigo de la caida de un killo en moto cuando va sin casco.

Lo cierto es que yo nunca en mi vida había tomado tanto café, y las consecuencias se reflejan en mis uñas, que están más mordidas que el potorro de Camila Parker-Bowles, pero ese caldo "juanvaldesino" en ese piso, que pese a ser un primero podríamos decir de él que es un "áRtico" (juas juas juas), es una de las cosas que, hoy en día, aprecio más de la cada vez más rutinaria y monótona vida de "currito".


En fin, para algunos parecerá una tonteria, a otros se la soplará, pero al menos sé que Alberto y Pedro compartirán esa sensación de evasión del mundo exterior cuando estamos en ese piso con una taza humeante entre las manos mientras los copos de nieve aterrizan en nuestros uniformes de preso laboral.

1 comentario:

Anónimo dijo...

grandes cafes en casa de Pedro...

PORQUE LA VIDA PUEDE SER MARAVILLOSA