miércoles, 14 de julio de 2010

De escuchas ilegales...


Viernes, 16 de julio de 2010, me encontraba cenando en una céntrica pizzería de la ciudad junto a mi novia y dos amigos. La velada estaba siendo muy agradable, los temas de conversación fluían y se encadenaban espontáneamente. Nada perturbaba nuestra apacible noche veraniega. Pero de repente noté un cosquilleo en mi nuca, una ráfaga de aire frío turbó mi mente y despertó mi atrofiado sentido arácnido. Algo allí no iba bien. Dando un respingo me giré y encontré dos melenas rubias, cuyas portadoras habían estado escuchando, desde una mesa anexa a la nuestra, todas y cada una de las palabras que salían tanto de mi boca como la de mis interlocutores.

En el halo de humor y carcajadas de nuestra conversación, no nos habíamos dado cuenta de que no éramos los únicos interesados en lo que allí se relataba. Y eso, amigos, supuso un punto de inflexión en la cena.

Desde ese momento cada cosa que decía, cada palabra que salía de mi boca, soportaba una pesada losa sobre su lomo. La presión de ser escuchado por gente que no conocía me creaba una especie de retortijón verbal que condicionaba todo aquello que mi boca escupía. Ríete tú del caso Watergate y sus escuchas ilegales.

Al alertar a mis compañeros del incidente, empecé a notar como a ellos les sucedía lo mismo. Sus intervenciones cada vez eran más breves y los temas de conversación se ceñían a la comida y el tiempo. Aquellas dos cotillas de pelo dorado se habían "cargado" nuestra cena.

Saciado su escaso apetito o, tal vez, descontentas con el espectáculo presenciado, abandonaron el local, llevándose con ellas la presión que ejercían sobre nuestras reblandecidas lenguas. Entonces, y solo entonces, la noche volvió a recuperar su gracejo, su color. El destino nos había puesto en un brete, y lo habíamos solventado como buenamente podíamos.

Solo me queda una espinita clavada, algo que nunca sabré: después de escuchar nuestra conversación, ¿qué debieron pensar sobre nosotros?
Si es que ya lo decía el antiguo proverbio hindú: "Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio".



"Semper fidelis"



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1 comentario:

Homero dijo...

Espionaje blogero?

PORQUE LA VIDA PUEDE SER MARAVILLOSA